sábado, 13 de noviembre de 2010

Simulacro de vos.

Ese día que finalmente estemos a solas prometo mirarte a los ojos más de treinta segundos, dejando que tratés de adivinar si está listo mi cuerpo para el tuyo. Te voy a mirar así, sin pestañear, escondiendo mi desconcierto. Vos vas a dejar que te mire, supongo, vas a tratar de adivinar, vas a sentir extraño que no te pestañee. Van a pasar los segundos. Entonces me voy a acercar. Me voy a colgar de tu cuello sin que quede entre los dos ni un espacio, sintiendo el olor a madera de tu perfume y te voy a decir "qué rico olés". Vos vas a tener una mano en mi espalda y otra en mi cintura. En silencio, así, sin movernos, vas a apartar mi pelo, apenas con el roce de tus dedos, vas a besar mis hombros despacio, como me lo has prometido. Deteniéndote allí minutos eternos. Tal vez te diga que me estoy muriendo del miedo. Tal vez me sigas repitiendo que te sentís solo, solo par terminar de convencerme de algo que ya no es necesario convencerme.

Entonces me vas a besar

como un roce

como un secreto

como una súplica

como un descubrimiento

como una orden

como un desenfreno


Me vas a besar y obviamente las manos y los cuerpos van a tener urgencias. Obviamente ya no voy a tener tiempo para mirarte treinta segundos, ni vos para decirme que te sentís solo. Obviamente ya no voy a tener miedo, solo ganas. Ganas de vos, tus labios, tus manos, tu piel, tu lengua, tu cuerpo, tus ganas.

Obviamente ese día que por fin estemos a solas.

Ese día que me hablés y probablemente le diga sí a tu propuesta.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

5:57 am

Las nubes grises empiezan a transformarse lentamente en nube rosadas, establecen su espacio, reclaman su forma. El día empieza sin el más mínimo esbozo de esperanza, todo termina antes de haber empezado. Esperanza es querer, esperar algo. Quiero, he dejado de esperar hace tiempo.

Era demasiado una sonrisa nueva, una mirada furtiva, una caricia sin querer; dos pieles que se prometen. Era demasiado y todo. Era esperanza. Esperar que un beso callara todas nuestras palabras. Esperar que un beso secara todas las lágrimas. Esperar sentirme fuerte cuando me desbarato. Estrenar una nueva vida junto a otro cuerpo, otros supiros, otras manos que descubren.

Era demasiada esperanza tratar de encontrarle sentido a la manera en que me miras, a la forma en que decis mi nombre, o como deslizas tu mano por mi brazo cuando fingís saludarme en la mañana.

Era demasiado todo. Era regresar a sentirme sola por no estar sola.

No quiero. No espero.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Todo y nada.

El día es frío y suena de fondo una canción de Alek Syntek. El café humea inútilmente con la promesa de despertarme, no quiero despertar todavía. Todavía no.

Tendría que habérselo advertido, no he vivido mucho, mientras otras jovencitas veintiañeras se dedicaban a aplanar pistas de baile en las discotecas yo me dedicaba a leer y a tratar de entender la vida de otra forma. De verdad; no entiendo de frases que quieren decir otra cosa ni de preguntas que quieren llevar a otras respuestas. Nunca tengo dobles intenciones, nunca pienso en lo que va a pasar dentro de un minuto; soy como un animalito: instintivo, suelto y juguetón... Lo cierto es que me gustó haberme encontrado con su sonrisa en medio de la gente.. Me gusto haberlo encontrado después en medio de la multitud y su falta total de pericia para el baile que mas bien era la excusa perfecta para buscar un trago y decir todas esas palabras que inventamos.

-Las palabras que inventamos a veces solo son gritos sobre las otras palabras que queremos ocultar-

La noche, la brisa suave, el vino, el whisky, la música de fondo, el suelo helado, su camisa blanca, mis pies descalzos; solo eso era suficiente. Se siente rico sentir otra vez esa cosquilla en la pansa mientras uno se mira en otros ojos y sonríe como tonta a otra sonrisa.

El primer beso fue como robado, como quien lleva prisa. Trató de explicarlo diciendo que se oía venir gente -me sacó de la fiesta con la excusa de un cigarro-. Me besó el cuello y yo solo podía pensar en su olor a bosque, a madera recién cortada. Su olor nuevo y diferente. Nos besamos otra vez sentados en unas gradas con un gran cielo lleno de estrellas encima. Sí, yo miraba la estrellas. Sentía, después de 15 años, otros labios, otra textura, otra lengua moviéndose indiscreta. Trató de empujarme hacia el suelo, pero no quise. ¿Qué íbamos a hacer en ese suelo en medio de una fiesta? Obviamente quería otra cosa, dos veces me preguntó si quería que me llevara a la casa... Dos veces le contesté que andaba mi carro.

Si me lo hubiera preguntado directo, tal vez me hubiera ido con él. Me gusta demasiado y estrenar por fin así mi nueva soltería hubiera sido apropiado.

Después se nos fue el tiempo en palabras. El tratando de explicar lo que nos estaba pasando. Tratando de justificar, tal vez, por qué, a pesar de su matrimonio. estábamos allí. Le dije que no tenía que explicarme nada. Que no le estaba pidiendo nada. Puede ser que eso haya estado bien. De no haber sido así probablemente ahora seria otra la historia que estaría contando.


Nada más, afuera sigue haciendo frío.