El tiempo que queda entre tus palabras y las mías, las que nunca te puedo decir, las que tal vez nunca pueda decirte. Los suspiros que me voy a quedar, entre los besos que nunca nos vamos a dar. La vuelta de estómago que me guardo de una noche que no te voy a esperar. El leve, tenue, imperceptible movimiento de tus pestañas al sonreír todas las veces que no me vas a ver llegar o caminar por un pasillo largo, contando los pasos, poniendo un pie luego del otro. El suave rumor del secreto que nunca te voy a decir al oído, el espacio que siempre habrá entre los dos y ese abrazo que no es mío ni tuyo. Las ganas de llamarte una tarde cualquiera y el cigarro que no voy a disfrutar mientras lo hago. Ah, sí sabré tan bien de eso. Las palabras, las medias frases, lo que espero, lo que no es. Ni será. Mis lágrimas, las que nunca vas a conocer, ni su sabor ni su origen, ni la felicidad de las cosas que me hacen vibrar. Mis ceremonias al levantarme, mis ceremonias en el carro al regresar a casa, la canción que oigo mil veces para pensar en vos, para emocionarme a medias, para creer en las frases incompletas que me dejás. Para creer que al menos un 2% de tu vida me pertenece.
O algún día.
Esas emociones a medias entre vos y yo.