domingo, 21 de octubre de 2012

Querido Dr. Jekkil:

Si no hubiéramos confundido las cosas y revuelto esto con lo otro, usté hubiera podido ser lo más parecido a un mejor amigo.

Odio admitirlo. Usté me hace falta.

Mrs. Hyde

viernes, 19 de octubre de 2012

Confesión de miércoles

(En algún miércoles de agosto 2012) 

Debo admitir que me costó un montón confiar en vos. Ya lo sabés, lo dije alguna vez. Una de esa veces de palabras que no debería haber dicho. Me duele gastar palabras así. Me duele desperdiciar mis emociones así. En fin, me costó confiar. Eso, porque he confiado demasiado antes, yo así soy, transparente y directa, no puedo ser de otro modo. No pienso. No medito. Solo hago, hago lo que el estadio más primitivo de mi cerebro me dice, en alguna parte. Después me arrepiento, después cuando lo pienso. Pero así soy. Y de alguna manera me costó confiar, pero vos sos bien persuasivo con ese tu modito simpático y divertido y ese misterio lejano que tenés al fondo. Sí que sos persuasivo. Y me llevaste, sin querer o queriendo, a dónde querías, a jugar ese tu jueguito que sigo sin entender. Todos los días me despierto y pienso en que yo no soy así, después en lo rico que sería que todo fuera cierto. En lo interesante y divertido que sería estar juntos al menos una vez en la vida y cumplir todos tus deseos y los míos y los que, de seguro, podrían surgir en el camino.

¿Sería rico, verdad?

Pero no, y vos seguís jugando. Como si tuviéramos quince años y todo el tiempo del mundo. Me gustás, me gustas demasiado y lo sabés -esa no era la confesión-, pero no sé cuánto tiempo pueda seguir jugando sin que mis emociones salgan perjudicadas. Ya te dije: soy transparente, esto es lo que soy, no hay nada diferente adentro ni detrás. Lástima que nunca pueda obtener lo mismo a cambio.

Y entonces la confesión vendría siendo esta:

ya va siendo hora de decirte adiós.

No es una petición, dice.

Es un castigo.

Y lo acepto. 


jueves, 24 de mayo de 2012

Capítulo 31

Si de verdad vinieras, vinieras algún día, no te dejaría salir nunca. Nos encerraríamos cuatro, ocho, diez horas y haríamos el amor cinco, diez, quince veces. Llegaría despacio con besos suaves, pausados, medidos; sintiendo las respiraciones... Te robaría el aliento. Después te buscaría la lengua, después te mordería los labios, a vos te daría por olerme cada rincón, yo, repetiría secretos impronunciables detrás de tus orejas.

Escribiríamos una novela de treinta capítulos en nuestros cuerpos, con letras pequeñas, saliva, puntos, comas, tantos signos de admiración como fueran posibles, muchos puntos suspensivos por aquí y por allá y comillas y todos los signos que quisieras... Con sus pausas, emociones, delirios y significados.

Luego escribiría un post como este, porque te amenazaría con hacerlo. Te diría que iba a poner tu nombre y vos me dirías "dale".

Y lo escribiría pensando en las comas y los puntos, las diéresis y todo eso. Lo escribiría pensando ya en el capítulo 31.

domingo, 20 de mayo de 2012

Confesión de domingo.

Hace unos años -¿siete, ocho?- hubiera hecho lo que fuera por vos. Probablemente hasta morirme. Probablemente hasta dejar mi trabajo seguro y cálido para no querer odiarte como quería. Hace algunos años -¿seis, siete?- me hubiera dejado besar por vos en el bar de algún país lejano y de seguro hubiera llorado porque vos me hubieras dicho "¿qué vamos a hacer con esto?", y vos hubieras dormido sobre mis piernas en la parte de atrás de un taxi y yo hubiera aprovechado la ocasión para acariciar tu pelo, demasiado corto para mi gusto.

Hace unos años te hubiera amado sin prejuicios y con locura al punto del llanto y del odio. Te hubiera odiado. Te hubiera odiado al punto de amarte como vos no lo esperabas. Hubieras desatado un mounstruo de emociones incontrolables dentro de mí. Te hubieras espantado con todo eso, pero me hubieras dejado quererte, nos hubiéramos querido así, en silencio, con las miradas lejanas y las sonrisas de medio lado. Eso nos hubiera bastado.

Hace unos años las cosas hubieran sido así.

Te hubiera amado, admirado, hubieras sido -probablemente- todo para mí.

Ahora, ya ni siquiera te odio ¿ves? No tengo canciones para dedicarte ni vueltas de estómago cuando te veo. No me importás, no te admiro, no tengo ni ganas de sobar tu pelo.

No sos nada, cuando pudiste haber sido todo.

domingo, 29 de abril de 2012

pensar en vos
se me convierte en suspiro
en ganas calladas
en silencios pausados y arítmicos
en gotas de vino y pensamientos
literalmente censurados

pensar en vos
es un domingo con sed
con ganas de agua
y animalitos marinos
y secretos inconfesables
que voy amarrando uno a uno
para que no se olviden

pensar en vos
se me convierte en sonrisa
en ganas de bailar y bailarte
de convertirme en aire
de decirte secretos detrás de las orejas
de seguir pensando y escribiendo

pensar en vos
pensarte

martes, 3 de abril de 2012

Tanta palabra.

Quisiera guardar tus palabras. Guardarlas en una caja y hacerme un collar. Un collar de palabras. Un collar infinito con palabras fuertes como las que decís, con palabras como sexo colgando airosas de mi cuello.

Quisiera que tus palabras me bañaran de noche, que me abrazaran, que me tocaran, que me besaran y después, después de todo eso, se convirtieran en realidad. En una realidad más amable que mis sueños y tus ansias y tus fantasías y tus ganas; tus ganas que deje a tu Mr. Hyde decir y hacer de las suyas.

Quisiera guardar tus palabras en una caja llena de conchas y algas y arena y piedras y holas y lágrimas petrificadas y suspiros y silencios y miradas y pieles recién descubiertas y todo el futuro... Y sacarlas un día al aire y verlas desvanecerse, esfumarse, envueltas en realidad y deseos y que me rozaran apenas, así como si nada. Y les cantaría secretos, canciones de amor, de flores y fábulas; mientras se fueran volando, confundiéndose entre libélulas y chicharras.

Quisiera que cada una de tus palabras se convirtiera en labios, lengua y saliva y se quedaran en mi piel, mi boca, en donde vos quisieras y soñaras. Y que en silencio nos quedásemos dormidos después de haber enhebrado miles de adjetivos, cientos de sustantivos, un millón de verbos más allá de los que nunca se han imaginado.

lunes, 12 de marzo de 2012

De hecho, no es tan fácil olvidar.

No creás...

Que me sacaras a pasear solo porque me había vestido bonita. Que tocaran un tango allí en ese parque y que sonara tan lejano, que mis tacones rompieran el silencio mientras caminábamos. Tu camisa blanca. Mi blusa negra.

No es tan fácil olvidar. No creás. Que hayamos estado así, tan cerca en ese taxi, que no haya cabido un alfiler entre los dos y que yo haya sentido tanta vergüenza. Ni se olvidan todas las mentiras que fueron cayendo convertidas en palabras en esa cava, en medio de los vinos, las sonrisas tontas y mis lágrimas. No es tan fácil olvidar que me hayas abierto la puerta de tu cuarto, pero que no me hayas dejado cerrarla. Eso no se olvida. Ni el silencio de mis pasos hundiendo sus tacones en la alfombra arabesca del hotel. Eso es todo. No era necesario convertirnos en algo para lo que no estábamos preparados. No era necesario que nos dejáramos de querer como nos queríamos. Todo fue tan absurdo.

De hecho, tantos años después lo sigo recordando.

No era necesario que abrieras esa puerta.

Era tan necesario que me dejaras cerrarla.

jueves, 9 de febrero de 2012

Puertas

Silencio, puertas, muros, laberintos.

Salir y entrar en ellos.

Dejarme ver, dejarte verme.

Sentirte, adivinarme,

leerme entre tus líneas,

Líneas paralelas y vos así de cerca,

entre las líneas tan lejos,

cada vez mirarte sonreír,

por algo que ni vos mismo entendés...

Entendes poco o nada.

Darte, darme cuenta,

sospechar por tu sonrisa,

mi sonrisa de lado,

inequívoca.

Acercarme, acercarte, sentirte en mi piel;

adivinada y adivinarme en tu aliento,

que dibujo, que presiento.

Aquí en mis labios, los tuyos,

sin espacio más y tiemblo.

Tiemblo en tu silencio,

tiemblo en tu mirada,

tiemblo en tu presencia.

Tiemblo sin más, sin ti, sin mí,

sin nosotros.

Un nosotros que no existe,

desencadena cadenas de antaño,

abre esas puertas,

tira esos muros,

descubre laberintos.


Me aleja cada día que muere.

Me acerca cada día que nace.

Y vuelvo,

solo para mirarte mirarme en tu mirada,

solo para reflejarme en tu sonrisa.


sábado, 4 de febrero de 2012

Labios

Les gusta lo amargo, lo dulce es un invento para engañar al cerebro. Les gusta saber palabras profanas, absurdas, hirientes, pero no decirlas; tenerlas allí como un recurso, como armas, como piedras, como puñales. Les gusta sonreír de medio lado, con misterio, con sonrisa de Monalisa como la canción de Miguel Ríos. Les gusta besar despacio como si la vida fuera solo para eso y detenerse en las pequeñas esquinas -comisuras- y respirar, tomar aire, y volverse a perder despacio entre sabores y olores tan cercanos. Les gusta besar despacio con salivas compartidas y pensamientos mundanos, les gusta detenerse a sentir cosquillas, revoloteos de alas, mariposas en el estómago. Estos labios que sonríen, se mueven, se acercan, se contraen; con lengua inquieta y suspiros desmesurados. Estos labios y los tuyos. Bocas. Besos. Puertas. Muros. Ventanas. Labios que se abren, se dicen, se miden.

Estos labios y los tuyos.

Augurio de deseos compartidos.

lunes, 2 de enero de 2012

Sueño con cañaverales y libélulas

Toda la playa está sembrada con caña, son cuadras y cuadras de caña, cuya flor brilla con la luz del sol que ya está por ponerse. Hemos quedado de encontrarnos allí, precisamente allí en esa playa de cañas para ver el último atardecer del año. -A las cinco en punto-, dice tu voz en off al otro lado del teléfono. -Una vez allí ya no hay vuelta atrás...- Eso repite tu voz.

Son las cinco en punto.

El cielo está a punto de estallar por el atardecer y sigo caminando por los cañaverales interminables. Desde este ángulo las flores son más impresionantes que como se ven en la carretera. Se mueven con el viento, parecen otro cielo color rosa y espumante. Camino otras cuantas cuadras, dos, tres, cuatro; por momentos mis brazos rozan las plantas y comienza a arderme la piel. Mi piel está roja.

-Una vez allí ya no hay vuelta atrás...- Repite tu voz a lo lejos. Como un eco. Como un llamado.

Otra vuelta por los cañaverales. Llego a un punto en donde el camino se parte en cuatro, el cielo apenas es visible, pero ya no está rojo. Miles de libélulas vuelan sobre la caña, sobrevuelan las flores, un cielo negro de libélulas. Hay cuatro caminos por los que pudiera irme. Cuatro y tu voz diciendo -Una vez allí ya no hay vuelta atrás...-

Ya no son las cinco. Es de noche.

Me siento a llorar sobre el camino que se parte en cuatro mientras las libélulas bailan a mi alrededor.