Vos y yo tomando un café en algún lugar de esos que por tu ciudad deben abundar. Imaginátelo. Vos pedirías un Mocca. Yo, un Americano. Vos harías broma de eso. Estoy segura. Yo no pararía de verte a los ojos tratando de adivinar al tipo que conocí sin querer por una foto que se parecía a la mía. No voy a saber qué decir y de seguro vos tampoco. Todos los temas infinitos que compartimos van a parecer dormidos, escondidos o perdidos.
Yo voy a hacer una broma de eso, pero en el fondo voy a querer salir corriendo, porque a esas alturas me voy a dar cuenta de que la química es más fuerte en persona y voy a recordar todas las frases que hasta entonces nos hemos dicho y no sé si podría ser menos cálida o vos podrías contenerte.
Obviamente después de un viaje como ese, salir corriendo sería lo menos apropiado y voy a tener que sonreír y pestañearte un poco y vos vas a reírte con esa risa que ya conocemos, como cascada.
No sé a dónde va ir a parar esto, seguro no tan lejos como cinco mil kilómetros o más. Lo cierto es que paso de una dependencia a otra, esperando tus palabras como un hechizo.