lunes, 2 de enero de 2012

Sueño con cañaverales y libélulas

Toda la playa está sembrada con caña, son cuadras y cuadras de caña, cuya flor brilla con la luz del sol que ya está por ponerse. Hemos quedado de encontrarnos allí, precisamente allí en esa playa de cañas para ver el último atardecer del año. -A las cinco en punto-, dice tu voz en off al otro lado del teléfono. -Una vez allí ya no hay vuelta atrás...- Eso repite tu voz.

Son las cinco en punto.

El cielo está a punto de estallar por el atardecer y sigo caminando por los cañaverales interminables. Desde este ángulo las flores son más impresionantes que como se ven en la carretera. Se mueven con el viento, parecen otro cielo color rosa y espumante. Camino otras cuantas cuadras, dos, tres, cuatro; por momentos mis brazos rozan las plantas y comienza a arderme la piel. Mi piel está roja.

-Una vez allí ya no hay vuelta atrás...- Repite tu voz a lo lejos. Como un eco. Como un llamado.

Otra vuelta por los cañaverales. Llego a un punto en donde el camino se parte en cuatro, el cielo apenas es visible, pero ya no está rojo. Miles de libélulas vuelan sobre la caña, sobrevuelan las flores, un cielo negro de libélulas. Hay cuatro caminos por los que pudiera irme. Cuatro y tu voz diciendo -Una vez allí ya no hay vuelta atrás...-

Ya no son las cinco. Es de noche.

Me siento a llorar sobre el camino que se parte en cuatro mientras las libélulas bailan a mi alrededor.


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