Les gusta lo amargo, lo dulce es un invento para engañar al cerebro. Les gusta saber palabras profanas, absurdas, hirientes, pero no decirlas; tenerlas allí como un recurso, como armas, como piedras, como puñales. Les gusta sonreír de medio lado, con misterio, con sonrisa de Monalisa como la canción de Miguel Ríos.
Les gusta besar despacio como si la vida fuera solo para eso y detenerse en las pequeñas esquinas -comisuras- y respirar, tomar aire, y volverse a perder despacio entre sabores y olores tan cercanos. Les gusta besar despacio con salivas compartidas y pensamientos mundanos, les gusta detenerse a sentir cosquillas, revoloteos de alas, mariposas en el estómago. Estos labios que sonríen, se mueven, se acercan, se contraen; con lengua inquieta y suspiros desmesurados. Estos labios y los tuyos. Bocas. Besos. Puertas. Muros. Ventanas. Labios que se abren, se dicen, se miden.
Estos labios y los tuyos.
Augurio de deseos compartidos.
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