Quisiera que tus palabras me bañaran de noche, que me abrazaran, que me tocaran, que me besaran y después, después de todo eso, se convirtieran en realidad. En una realidad más amable que mis sueños y tus ansias y tus fantasías y tus ganas; tus ganas que deje a tu Mr. Hyde decir y hacer de las suyas.
Quisiera guardar tus palabras en una caja llena de conchas y algas y arena y piedras y holas y lágrimas petrificadas y suspiros y silencios y miradas y pieles recién descubiertas y todo el futuro... Y sacarlas un día al aire y verlas desvanecerse, esfumarse, envueltas en realidad y deseos y que me rozaran apenas, así como si nada. Y les cantaría secretos, canciones de amor, de flores y fábulas; mientras se fueran volando, confundiéndose entre libélulas y chicharras.
Quisiera que cada una de tus palabras se convirtiera en labios, lengua y saliva y se quedaran en mi piel, mi boca, en donde vos quisieras y soñaras. Y que en silencio nos quedásemos dormidos después de haber enhebrado miles de adjetivos, cientos de sustantivos, un millón de verbos más allá de los que nunca se han imaginado.
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