martes, 3 de abril de 2012

Tanta palabra.

Quisiera guardar tus palabras. Guardarlas en una caja y hacerme un collar. Un collar de palabras. Un collar infinito con palabras fuertes como las que decís, con palabras como sexo colgando airosas de mi cuello.

Quisiera que tus palabras me bañaran de noche, que me abrazaran, que me tocaran, que me besaran y después, después de todo eso, se convirtieran en realidad. En una realidad más amable que mis sueños y tus ansias y tus fantasías y tus ganas; tus ganas que deje a tu Mr. Hyde decir y hacer de las suyas.

Quisiera guardar tus palabras en una caja llena de conchas y algas y arena y piedras y holas y lágrimas petrificadas y suspiros y silencios y miradas y pieles recién descubiertas y todo el futuro... Y sacarlas un día al aire y verlas desvanecerse, esfumarse, envueltas en realidad y deseos y que me rozaran apenas, así como si nada. Y les cantaría secretos, canciones de amor, de flores y fábulas; mientras se fueran volando, confundiéndose entre libélulas y chicharras.

Quisiera que cada una de tus palabras se convirtiera en labios, lengua y saliva y se quedaran en mi piel, mi boca, en donde vos quisieras y soñaras. Y que en silencio nos quedásemos dormidos después de haber enhebrado miles de adjetivos, cientos de sustantivos, un millón de verbos más allá de los que nunca se han imaginado.

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