Que me sacaras a pasear solo porque me había vestido bonita. Que tocaran un tango allí en ese parque y que sonara tan lejano, que mis tacones rompieran el silencio mientras caminábamos. Tu camisa blanca. Mi blusa negra.
No es tan fácil olvidar. No creás. Que hayamos estado así, tan cerca en ese taxi, que no haya cabido un alfiler entre los dos y que yo haya sentido tanta vergüenza. Ni se olvidan todas las mentiras que fueron cayendo convertidas en palabras en esa cava, en medio de los vinos, las sonrisas tontas y mis lágrimas. No es tan fácil olvidar que me hayas abierto la puerta de tu cuarto, pero que no me hayas dejado cerrarla. Eso no se olvida. Ni el silencio de mis pasos hundiendo sus tacones en la alfombra arabesca del hotel. Eso es todo. No era necesario convertirnos en algo para lo que no estábamos preparados. No era necesario que nos dejáramos de querer como nos queríamos. Todo fue tan absurdo.
De hecho, tantos años después lo sigo recordando.
No era necesario que abrieras esa puerta.
Era tan necesario que me dejaras cerrarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario