miércoles, 26 de marzo de 2014

Solo el rojo

Quisiera encontrarme con tu otro yo –el que tenía más pelo- en la dedicatoria de otro libro. Quisiera ir tirando libros por toda la ciudad, por todo el mundo, con dedicatorias que nunca se acaben para que siempre me encontrés. Siempre me encontrés en un nuevo libro, en una nueva página, para que esto no acabé nunca, al menos en las dedicatorias de los libros. Nadie dijo que iba a ser fácil, dijimos. Dije. La verdad. Y era verdad. Los recuerdos se acumulan como pequeñas gotas que se van deslizando suave una tras otra. Como esas lámpara java. Esta es de color rojo, el aceite es amarillo, cuando apenas parecen mezclarse forman un leve color naranja que no es cierto. No es una certeza ni nada. Ese color no existe. Solo el rojo. Solo el rojo. Solo el rojo. Quisiera desearte que tengás suertecita e irme caminando hacia el atardecer como si nada, con una guitarra en la espalda, tirando los recuerdos, dejándolos regados como piedritas de colores para que algún día, si querés, podás encontrar el camino de regreso. 

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