jueves, 9 de diciembre de 2010

Por la primera mirada que intercambiamos.
Por la primera vez que dijiste algo de mis ojos.
Por ese comentario que abrió las puertas, las ventanas y botó los muros.
Por tanta sonrisa y miradas tontas.
Por la excusa del trabajo para estar siempre juntos.
Por tanta broma que no entendí.
Por tantas veces que llegaste a mi cubículo a cantar una canción ridícula y tonta de Nacho Hinojosa.

Por todos esos momentos que nos llevaron a este instante en que estás allí, dormido en mi cama mientras escribo:

¡Salud!

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